El pastor evangélico estadounidense Jim Jones logró que más de 900 personas se envenenaran "para salvarse".
La combinación de un liderazgo mesiánico, embebido con cuestiones místicas, emparentadas al fanatismo religioso pero también político, el poco aclarado uso de ciertas drogas, un elevado estado de esquizofrenia y nerviosismo generalizado, generó un movimiento de masas que confluyó en un cóctel letal, de inevitables derivaciones.