Como cualquier final de este juego. Sea un Mundial, una Copa América, una Libertadores, Sudamericana, una Champions... Las finales hay que ganarlas. El análisis de cómo, de qué manera, y con qué argumentos, poco importa. Porque no les va a interesar a los jugadores, al cuerpo técnico y mucho menos a los hinchas.
Y Patronato cumplió con esa ley que es inalterable: ganar la final. Lo hizo con lo justo. Con el oportunismo de Carabajal y con las atajadas de Bértoli. En el medio, lo peleó, lo luchó; apenas jugó un poco más en el primer tiempo que en el segundo, pero Patronato sigue siendo de Primera.
Los golpes fueron justos y determinantes: a los 18 del primer tiempo como para aplacar los nervios y a los 30, como para liquidar cualquier aspiración del rival. Que tuvo su chance; que se acercó en el marcador antes de que finalizara el primer tiempo por medio de Hauche.

Allí fue que el segundo tiempo fue en realidad el comienzo de otro partido. Argentinos intentó, con sus armas, y Patronato buscó defender esa diferencia a "sangre y fuego". Terminó el suplicio para Patronato; hizo lo que tenía que hacer, ganar, sin importar lo que pasara con el resto. Y así lo hizo.

Comentarios