Borrar con el codo
El calamitoso operativo acordado entre el Gobierno y los bancos para el pago de las asignaciones, pensiones y jubilaciones luego de dos semanas de cuarentena, dejó al desnudo las miserias de un sistema que sigue priorizando los intereses de los sectores financieros por sobre la utilidad pública del servicio que prestan las entidades bancarias.
Por Mauro Federico
El sol todavía no había despuntado sobre la arboleda de la quinta presidencial de Olivos cuando Alberto Fernández, con una taza de café humeante sobre el escritorio principal de su despacho, ya había comenzado a monitorear el inicio de una jornada que, a priori, se presentaba compleja. Los canales de noticias mostraban las colas que, desde la noche anterior, aglutinaban peligrosamente a centenares de seres desesperados que acudían a la convocatoria para percibir los haberes otorgados por el Estado para paliar la angustiante situación generada por la pandemia. Tras dos semanas de aislamiento social obligatorio dispuesto por el Ejecutivo como estrategia principal para demorar el avance del Coronavirus, los bancos se disponían a abrir sus puertas para pagar las asignaciones especiales otorgadas por el Estado ante la emergencia y los haberes jubilatorios y pensiones no abonados durante marzo a causa de la cuarentena.
Los primeros llamados de Fernández tuvieron dos interlocutores bien definidos: el director de la ANSES, Alejandro Vanoli y el titular del Banco Central, Miguel Ángel Pesce. "Imagino que esto no se va a desbordar ¿no?", preguntó el primer mandatario en un tono intimidante a sus dos funcionarios. Del otro lado las respuestas no terminaron de conformar al presidente, que intuía lo peor. Y su intuición se cristalizó en una cruda realidad a media mañana, cuando miles de personas mostraban su fastidio en la puerta de los bancos dispuestos para efectuar los pagos ordenados por la administración de la Seguridad Social.
El desastre estaba en marcha. La gente impacientaba ante las demoras, las colas se hacían interminables y las imágenes en las pantallas de televisión mostraban el fracaso del aislamiento con el que tan insistentemente habían machacado desde las esferas oficiales.
A las seis de la tarde, el presidente convocó a una reunión en Olivos de la que participaron los mencionados Vanoli y Pesce, junto al jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, y la secretaria Legal y Técnica, Vilma Ibarra. Tras la dura reprimenda a sus colaboradores, Alberto fue taxativo: "Esto no nos puede volver a ocurrir", les dijo, muy contrariado por la situación. Inmediatamente mandó a Ibarra para que redacte un borrador de DNU que verá la luz en las próximas horas en el que se establecerá el carácter de "servicio público esencial" para las entidades bancarias.
Pero ¿quiénes fueron los responsables de este desastre? ¿Por qué no pudo evitarse algo que era tan indeseable como previsible?
Fuente: Puentedigintal.com