Día del Trabajador: cuatro historias de gente que no paró en plena pandemia
Miles de argentinos salen "a ganarse el pan de cada día" en uno de los momentos más difíciles de la historia. Crónica conversó con un enfermero, un bombero, una kiosquera y un taxista como una forma de honrar a cada "laburante" anónimo.
Por Florencia Guerrero
Fueron los que en marzo del 2020 entraron en la categoría de “trabajadores esenciales” ante la avanzada del coronavirus y siguieron saliendo a las calles en todo el país para abrir comercios, transportar personas o sostener el sistema sanitario. Descubrieron lo que son las ciudades vacías, y muchas veces lloraron sin poder abrazar sus familias, para cuidarlos, porque tal como dijeron a Crónica, “el principal temor era llevar el virus a casa”. ¿Qué sabor tiene este Día del Trabajador para los que nunca pararon su actividad?
En la primera línea de la pandemia
Héctor Ortíz es enfermero del Hospital Durand, y desde el primero momento en que se desató la pandemia, enfrentó la peor cara de la enfermedad que jaquea al mundo. “Sentimos muchas veces que no nos dan las fuerzas, vemos personas en diferentes situaciones y en esta profesión uno siempre quiere ayudar a los demás”.
Desbordados, con pocas horas de sueño y las guardias llenas, lo que destaca el enfermero que además trabaja en Casa Cuna, es el valor del entorno: “son meses muy difíciles, vivimos con la sensación de colapso del sistema. Ya el año pasado, lo que iba ocurriendo en el mundo nos generaba un estrés tremendo. Todo el sistema sanitario está trabajando con una fuerza que es sorprendente, aún en las peores condiciones”.

“Nadie se acostumbra a ver morir a un paciente”, explicó Ortíz a este portal, en el que además dijo que en la UFU del Durand se encuentra hace un año con el mismo panorama: "las personas llegan con miedo, pensando lo peor. Irse con un resultado positivo les abre aún más esa ansiedad y a veces a los días los vemos en internación. Así un año, es muy difícil”.
Cuarentena sin golosinas
Patricia tiene 56 años y atiende un kiosco en Billinghurst al 2000. “Soy sostén de hogar, así que tuve la necesidad de seguir trabajando, mi hija es actriz y el año pasado se quedo sin trabajo, así que tuve que acomodar todo para seguir”, aunque también reconoce: “el año pasado las ventas bajaron muchísimo y por las restricciones tuve que reducir el horario, ya no pude trabajar 24hs, la verdad es que no había gente en la calle”.
Ante la baja en sus ingresos, la mujer empezó a pensar otras estrategias, vendió productos cosméticos, y lo que encontró para comercio directo: “La venta en el kiosco era tristísima, tuve que ingeniármelas, porque era eso o cerrar como muchos colegas”.

2020 fue duro, con un aislamiento social, preventivo y obligatorio (ASPO) que se extendió durante el invierno y que derivó en el cierre del 15,6% de los locales comerciales del país. Según la CAME se llegó a un promedio de 9 locales vacíos por cuadra.
“Creo que ya para octubre el tema se fue normalizando, pero ahora hay otras preocupaciones porque pasa mucho que la gente entra en grupo al local, o sin barbijos”, explicó a este portal Patricia, “hay mucha gente sin conciencia. El otro día una persona entró a comprar y le comentó a otra que era contacto estrecho de un positivo reciente, le tuve que pedir que se retire”, dijo la comerciante que, a pesar de los tiempos difíciles, guarda cierta esperanza.
Poner el cuerpo ante el dolor ajeno
La sirena suena fuerte en Laprida 1739, donde está instalado el imponente Cuartel IV de los Bomberos de la Ciudad. En medio de los camiones, el comandante Juan Cruz Giordano explica como fue trabajar sin para durante el año que pasó: “Estamos acostumbrados a las situaciones difíciles, y nuestras familias también, pero trabajar este año fue otra cosa”.
No fue solo el hecho de salir sin red, y que los moradores de cada destino debieron ser vistos como “supuestos positivos de Covid-19”, sino por todo aquello que tuvo que vivir: “Cuando llegaba a casa, los primeros meses, mi nene de 12 años no me quería tocar. Yo había armado todo un sistema para higienizarme, pero él tenía miedo igual, fue tremendo”, recordó emocionado el jefe de bomberos, que desde el inicio de la pandemia se movieron casi intuitivamente en la prevención del virus: “No había muchas certezas, entonces mirábamos cómo hacían nuestros colegas en otras partes del mundo”.

“Relevos, dormitorios, todo fue un cambio y aprendimos sobre la marcha- sentenció el trabajador-. En un principio no se cocinaba en el cuartel, ahora la gente come en turnos y usan barbijo permanentemente”.
-¿Cuál fue el mayor temor que tuvo trabajando este año?
-Si me preguntás a qué le tuve más miedo, creo que fue a traer el virus a mi casa, porque por tu profesión asumís los riesgos, pero la familia no tiene porque hacerlo.
Rutas argentinas, en pandemia
Otro que tiene fresco el miedo que sintió la primera mañana que salió a las calles sin vida de una ciudad en cuarentena, fue Marcelo Mezotero, un conocido taxista que cada día sale desde Pompeya a ganarse la vida. “Creo que en el ámbito de los taxistas tenemos uno de los números más altos de contagio. Durante la fase 1 aquellos que necesitábamos salir a hacer nuestro trabajo nos arriesgamos porque había que sobrevivir”.
En un contexto difícil, muchos conductores asumieron la responsabilidad de la prevención y aunque algunos “estaban en situación de mayor peligro” salían a trabajar, algo que en un oficio tan solidario no pasó desapercibido: “Cuando empezó toda esta pesadilla, el año pasado, mis hijas hicieron 800 barbijos y los repartimos con otros compañeros. Todavía algunos me cargan, porque los hicimos con los pocos elementos que teníamos, y algunos tenían corazones”, recuerda risueño.

Marcelo es padre de dos mujeres, algo que también fue difícil de conciliar entre el trabajo y los contagios: “uno toma conciencia del peligro, piensa en su familia y tiene miedo, yo en un momento no quería tener mucho contacto. Cenaba solo, pasaba mucho tiempo solo en el patio, mis hijas por suerte son más grandes y entendieron. Mi miedo no es infundado, todos los días escuchamos de un compañero que falleció por Covid-19”.
Por último, el taxista de voz gruesa dejó un pensamiento, que bien vale para todos los trabajadores en su día: “para los laburantes el 1 de mayo es de resistencia, siempre tratando de sobrellevar la coyuntura, y esperando que el Día del Trabajador del año próximo seamos mucho más felices”.
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